COMENTARIO
El siguiente principio está en los Proverbios 21:20: “El sabio ahorra para el futuro; el tonto gasta lo que obtiene”.
Ahorrar es edificar equidad
En los temas económicos debemos encontrar el centro para que seamos consumidores inteligentes, cuyos gastos respondan a un presupuesto determinado, para evitar problemas a futuro debidos a deudas innecesarias. El gasto debe ser coherente con el ingreso y en el mejor de los casos, inferior.
Años atrás no era bien visto ser gastador descontrolado, las personas compraban cuando disponían del dinero e incluso ahorraban para el futuro, quienes hacían esto eran reconocidos por su habilidad para hacer un buen manejo de sus finanzas y más allá de su capacidad de producción se consideraba una persona con un valor muy importante porque podía disponer de recursos económicos adicionales.
Además de comprar con inteligencia, atendiendo a un presupuesto establecido, estas personas también procuraban un cuidado especial de las cosas para que perduraran en el tiempo y se mantuvieran en buen estado, de modo que era más importante agradecer por lo que se tenía que pensar en comprar algo nuevo.
Hoy día, podemos igualmente ser consumidores racionales, ajustando los gastos para que sean menores que los ingresos mensuales, y así darle espacio al ahorro. Si los tiempos no son muy buenos, desde el punto de vista económico, lo más aconsejable es ser reservado con las compras, pero si por el contrario las cosas van bien, entonces algunos gustos son posibles de manera racional.
No está mal pensar en lo que nos gustaría tener si estos pensamientos los controlamos con un conjunto de valores y nos hiciéramos las siguientes cuatro preguntas:
La primera pregunta. Aquellas personas que cuando ven algo que les gusta y se dicen: “Si me gusta, debería permitirme adquirirlo”, inmediatamente deberían preguntarse: ¿Necesito esto o lo compro solo porque me gusta? He aquí una razón por la cual los matrimonios se acaban.
La segunda pregunta es: ¿Puedo permitirme este gasto? ¿Es un lujo? ¿Está dentro del presupuesto? ¿De cuánto dinero dispongo? De modo que tan pronto nos formulamos la primera pregunta pasamos a revisar qué tenemos.
La tercera pregunta: ¿Por qué quiero este producto? Algunas veces somos egoístas, queremos comprar algo que no necesitamos. Si nos preguntamos por qué queremos tal objeto descubriremos que ciertas cosas nos controlan.
La cuarta pregunta es: ¿Cuándo debiera tener en mis manos este producto? ¿Debemos esperar hasta cuando llegue el dinero? ¿Lo queremos ya? ¿Compramos el objeto y nos sometemos a la presión de la carencia de otras cosas? ¿Qué hacemos? La mayoría de las cosas que anhelamos las podemos obtener si aceptamos el proceso correcto para ello, pero si somos impulsivos e indisciplinados para hacernos las preguntas nos encontraremos fuera del punto de equilibrio, en líos que nos destruirán.
Hemos desarrollado una sociedad egocéntrica que usa desechables y que está programada para decir: “Si lo deseo, lo conseguiré porque me lo merezco. Lo haré cargar a la cuenta y lo pagaré en cómodas cuotas mensuales”. Así, gastamos lo que tenemos y hasta lo que no nos hemos ganado aún.
La publicidad actúa e insiste. Todo es: quiero, quiero, quiero, quiero o hacen algo para crear una necesidad donde no existe. Los publicistas tienen como una de sus bases la palabra nuevo. “Esto es lo último y usted hará parte del nuevo estilo”. Algo de esto no está mal porque significa progreso. No estamos en descuerdo con la publicidad. Quienes no administran bien sus ingresos y sus egresos terminan en el fondo, gritan, se quejan y culpan a alguien. Sencillamente no pueden manejar un presupuesto, no están acostumbrados a controlarse y disciplinarse.
Hicimos fácil el proceso para obtener dinero prestado y tener crédito. Nos amarran a planes de pago que se vuelven casi imposibles de cumplir y la angustia de la deuda produce un estrés que nos enferma y hasta ocasiona divorcios.
Impongamos severa disciplina y no compremos. En cuanto a las tarjetas de crédito, utilícelas como una forma de pago de contado, sin intereses por compras y a un mes, pero si consideramos que no tenemos la disciplina para tenerlas entonces es mejor entregárselas al banco.
Quienes actúan sabiamente ahorran y construyen para el futuro. Planifican y gastan prudentemente. No se limitan a mantener una cuenta de ahorros sino que invierten en propiedad raíz y en otros negocios.
Ahorrar es edificar equidad. Tomamos el dinero del que disponemos y lo invertimos en un programa, en propiedad, o un documento distinto que produce rendimientos equitativos o algo similar que genere retornos rápidos hasta que logremos invertir en algún plan a mayor tiempo. El efectivo debe ser invertido en otras estrategias para ganar dinero.
Cuando las cosas se tornan difíciles, tales ahorradores sobrevivirán. Estos individuos se encuentran en paz consigo mismos, con sus tarjetas de crédito y con su banco. Nuestros países debieran practicar el principio de gastar y ahorrar sabiamente para no encontrarnos con la plaga de las deudas. Dios dispone de una forma correcta y de una forma incorrecta. La forma correcta trae paz a nuestras familias, nos alivia de la presión y la frustración dándonos buena vida, no solo a nosotros, sino a nuestros hijos y nietos, quienes nos agradecerán por ser ejemplo.
Tenemos la responsabilidad de entrenar a nuestros hijos en el área de los negocios, cómo hacerlos y cómo presupuestar. Trabajemos con ellos hasta que aprendan y hasta que estas acciones se conviertan en su educación. Como padres debemos duplicarnos e implantar semillas y enseñarles a ahorrar en una cuenta bancaria. Consolidarles una herencia, en lugar de gastarnos la nuestra.
Ahorrar para el futuro significa tener un plan, dirigir la mirada hacia delante e invertir. Así opera la dinámica del mundo.
El principio “El sabio ahorra para el futuro; el tonto gasta lo que obtiene”.
Alguien dijo que detrás de cada hombre de éxito hay una mujer que ahorra para los niños y esto, en sí mismo, es un principio muy importante. Si nos encontramos ante dos personas gastadoras, entonces no hay presupuesto. O si encontramos a dos personas que solamente se dedican a ahorrar, también tenemos un problema, porque no hay el punto de equilibrio indispensable en una familia.
Debemos contar con un ahorro e invertir, tener un presupuesto definido y flujo de caja. Someternos a un poco de presión nos permite tomar buenas decisiones financieras y tener una caja menor bien controlada.