Los griegos usaron la palabra Sophia para describir “el conocimiento de las cosas, tanto humanas como divinas, y de sus causas. Era la sabiduría de las últimas cosas” (Clemente de Alejandría, Stromatesis1.30.1).
Aristóteles la define como “el más perfecto de los modos del conocimiento, no solo de las conclusiones, sino también de los principios primeros”. Dijo que sophia era “conocimiento consumado de los órdenes más exaltados”(Aristóteles, Etica a Nicómeno1141 a 20).
Según Cicerón, sophia – que él traduce sapientia – es conocimiento de lo humano y lo divino” (Tusculanas 4.26). y también dijo que era “la principal de las virtudes” (Cicerón, De Officciis, 1.43). Sophia es conocimiento último: conocimiento de Dios. Sophia representa el mayor alcance de la mente humana.
Sophia es en sí noble y siempre implica bondad. Platón dijo: “toda sabiduría (sophia) que esté divorciada de la justicia y del resto de las virtudes es astucia, pero no sabiduría” (Menexeno19).
Jenofonte, citando a Sócrates, dice: “Justicia, y cualquier otra forma de virtud, es sabiduría (sophia)” (Memorabilia3.9.5). Para el griego, sophia, sabiduría, bondad y nobleza van juntas. No puede existir la una sin la otra.
Los escritores del Nuevo Testamento estaban convencidos que cuanto describe sabiduría se encontraba en Jesús y solo en Jesús. El mismo es sabiduría de Dios (1 Corintios 1:24, 30). Sophia tiene que ver con todo lo que es inmutable, es la sabiduría que puede ver y entender lo último e infinito de las cosas.
La sabiduría es propiedad de Dios (Apocalipsis 5:12). Sabiduría es la característica de Jesucristo (Apocalipsis 7:12). La verdadera sabiduría es conocer a Dios. Jesús es sabiduría porque nos dio a conocer a Dios, que es la única sabiduría que importa. Un hombre es verdaderamente sabio cuando conoce a Dios. La sabiduría es la señal que distingue a los hombres que han sido grandes.
La única sabiduría verdadera no es consecuencia del orgullo, sino de la humildad. No hay sabiduría en el proceder del maestro y del predicador cuya personalidad y métodos oscurecen a Cristo y degenera en necedad. Tal sabiduría no conoce realmente a Dios. Es más seductora que instructiva.