COMENTARIO
Proverbios, capítulo 1, versículo 5, dice: “Un hombre sabio oirá e incrementará su aprendizaje”. ¿Qué vamos a aprender? El proverbio dice: “Un hombre sabio, escuchará”, lo que significa que si somos sabios seremos buenos escuchadores. La razón por la cual un hombre sabio escucha es porque quiere ser más sabio a través de la escucha. Busca aprender más.
…Un líder desarrolla toda su capacidad para escuchar a los demás… dedica todo el tiempo para hacer preguntas… no le teme a las discusiones porque sabe que son parte de la buena escucha
No nos volveremos más sabios a menos que nos fijemos la meta de llegar a ser más sabios. No escuchamos adecuadamente porque somos criaturas de defensa, lo cual se evidencia cuando alguien nos presenta un argumento y respondemos inmediatamente a la defensiva, es decir, en lugar de prestar atención a lo que se dice nos preparamos para continuar con lo que estábamos diciendo o queríamos demostrar.
No maduraremos sin tener actitud de escuchadores, con un corazón que diga: “Yo quiero entender”. Escuchar significa permitir que algo nos toque, estar atentos y responder de acuerdo con lo que nos comunican, haciendo las preguntas necesarias para tener total claridad de lo que nos dicen. Podemos estimar la capacidad de las personas de acuerdo con su habilidad para escuchar.
Un buen escuchador se identifica por cuatro rasgos:
- Son disciplinados para escuchar y hablar.
- Buscan la verdad, quieren saber lo que es correcto y no quién tiene la razón.
- Disfrutan los momentos de silencio sin radio, sin televisión, sin lecturas, sin interrupciones. Disponen de tiempo para repasar lo que está dentro de sí y son pensadores.
En silencio descubrimos lo que hay dentro de nosotros, esa voz apacible y pequeña. Es realmente importante un tiempo de silencio total.
- Es Inquisitivo, indaga sin importar que sus preguntas resulten tontas porque busca interpretar correctamente lo que escucha para responder con precisión.
Jesús era consciente de ser malinterpretado y por eso dijo: “El que tenga oídos, que oiga”. Él quiso decir que no oyéramos solamente sus palabras sino que comprendiéramos y entendiéramos las ideas. La gente se enfoca en la palabra o en Dios, pero lo que Jesús decía eran conceptos, no palabras aisladas. A veces usamos lo que llamamos el poder la las palabras y como palanca utilizamos una palabra, incluso la Biblia la usamos en ese sentido y sin tener en cuenta que su propósito es aportar a la verdad, la cual viene en conceptos y preceptos que forman la vida, de principios. Es diferente decir que se trata sólo de palabras, las cuales pueden significar cosas diferentes y ser interpretadas de muchas maneras, lo cual no sucede con los conceptos.
“Quien tenga oídos, que oiga”. Jesús trajo esta diferenciación y confrontó a la gente con ella. Esa es la razón por la que los buenos escuchadores exploran haciendo preguntas.
En los negocios también se oye hablar mucho sobre equívocos. “Yo pensé que usted quiso decir esto” o “Pensé que esto era lo que usted quería”, se dan porque quien habló no lo hizo con claridad o quizá no habló en absoluto. No importa lo bueno que sea el maestro, necesitamos explorar y hacer preguntas, indagar, para obtener una comprensión clara de lo que realmente se quiso decir, sin este ejercicio hay cabida a la confusión.
Escuchar es interactuar hasta entender lo que la contraparte dice. Las máquinas que envían y reciben faxes son ejemplo de la comunicación perfecta, transmiten exactamente lo que el remitente envió, pero cuando se trata de las personas las palabras son medidas y juzgadas de acuerdo con sus percepciones, emociones, experiencias, sentimientos y valores. Esta condición hace que un mensaje dirigido a varias personas, en un auditorio por ejemplo, pueda ser interpretado de manera diferente por cada uno de los receptores. Si a cada uno se le pregunta sobre lo escuchado darán una interpretación diferente porque su respuesta refleja lo que él es en su interior. Todo entra en juego en la comunicación y por eso es necesario ser buenos escuchas para no convertirnos en parte de un problema de comunicación.
Debemos ir más allá de esta lectura interior porque alguien tomará lo que dijimos y pensará que estábamos hablando de él cuando esa idea no estaba en nuestra mente. Arrojar la imaginación. Si una persona no saca nada más que esto, esta lección valió la pena.
Pero si avanzamos más allá y afinamos nuestra capacidad de escuchar, descubrimos las necesidades de quien nos habla y este es el primer paso para ayudar a otros. Una buena manera de asegurarnos de que entendemos a alguien es preguntarle: “¿Es esto lo que está usted tratando de decirme?” No permitamos que el orgullo, que no nos deja preguntar, nos impida tener claridad.
Tomémonos el tiempo que sea necesario para aclarar dudas y así evitar heridas y confusión; dejemos el orgullo y hagamos todas las preguntas, incluso las tontas. Si queremos ser sabios debemos tener absoluta claridad de lo que nos dicen para responder acertadamente.
En resumen, un líder desarrolla toda su capacidad para escuchar a los demás; dedica todo el tiempo que sea necesario para hacer las preguntas y observa bien el contexto, y no le teme a las discusiones porque sabe que es parte del proceso de la buena escucha. Contar con esta habilidad no es una opción para quien quiere liderar a otros.