COMENTARIO
El principio se basa en los proverbios 16, versículo 6: “Se expía la iniquidad por medio de la piedad y la verdad. El mal se evita reverenciando a Dios”.
El perdón es la mejor medicina que podemos tomar para nuestra salud. Muchas personas consideran que es signo de debilidad. Perdonar es una ley establecida por Dios.
Expiar significa pagar la iniquidad, el mal o lo incorrecto que hayamos hecho. No es solamente un asunto de iglesia, son principios para la vida. Más para la parte exterior de la iglesia que para la parte interna de la misma. Si no perdonamos, cargamos con lo que llamamos pesados fardos. Debemos mostrar nosotros mismos actitud de perdonar, antes de pedirle a otros que lo hagan. Deberíamos acudir a la gente y perdonarla, teniendo presente lo que dijo Jesús: “No saben lo que hacen”. Algunas veces, debemos hacerlo con nosotros mismos y preguntarnos: “¿Puedo perdonarme?” “¿Puede usted perdonarme?” Es acción de doble vía. No es solamente para mí, también lo es para alguien más.
Necesitamos entender por qué deberíamos aceptar y recibir perdón de Dios. Reconocer primero que Dios es santo y justo y que desea que practiquemos la rectitud entre nosotros. Dios creó las verdaderas reglas para vivir. Se llaman la verdad. No pueden ser quebrantadas sin ser penalizadas. Son como la ley de la gravedad. No podemos cambiarla, debemos aprender a convivir con ella. Así mismo, las leyes de Dios son justas, y el castigo debe seguir a su violación. De otra manera no podríamos confiar en la palabra de Dios. Si no confiamos en su palabra moriremos. Para no sufrir su pena, tenemos que humillarnos y pedir perdón. Es cuando recibimos misericordia. Dios permanece justo y responde. Es éste el sistema que Dios creó. Así que, en el mejor momento, lo que podemos hacer, cuando tenemos la culpa es decir: “Lo siento. En un momento libre hice algo sin pensarlo. Hice algo indebido”. Y pedirle misericordia. Así la obtenemos.
He aquí una verdadera clave. Con la ley de la gravedad el castigo recae inmediatamente después de violarla. La misericordia y el perdón están a nuestra disposición mientras estemos en el proceso de aprender las reglas espirituales de la vida. Nos da segundas oportunidades. Es igual al proceso de crecimiento: hacemos ciertas cosas, y las hacemos porque estamos aprendiendo. Así Dios tiene un sistema que permite quebrantar las leyes: nos otorga perdón a medida que ponemos en práctica la práctica. Mientras nos encontremos en el proceso de aprendizaje, hay perdón. Como un padre o una madre lo hacen con sus niños. Eventualmente los castigarán, si no hay evidencias de enmienda. Pero los perdonarán porque saben que lo necesitan. Es hermoso cuando lo entendemos y funcionamos en él.
Dios sabía que no alcanzaríamos inmediatamente su ley de rectitud, de modo que dispuso una ley de expiación. Él la llama perdón. Jesús no vino a destruir o a quitar la ley, sino a enseñarnos principios de amor y misericordia, atemperados con justicia. Tenemos la acción; luego, el juicio o justicia; pero seguidos de amor y misericordia.
Se trata de algo así como amansar un caballo, o un animal cualquiera. Se le recompensa cuando lo hace bien. Se establecen reglas para él, y el animal sabe cuáles son las reglas, pero no sabe cuáles son los beneficios. Se lo castiga un poquito si viola la ley, pero luego se le da alimento cuando lo hace bien. Y después, el caballo aprende: “Oiga, yo sé lo que Juan quiere”. Así son la gracia y la ley, castigo y bendiciones. Luego el caballo obedece porque ve la valía de obedecer. Dios ofrece perdón a quienes reciben a Jesús.
Hay dos actitudes que deberíamos tener presentes.
Primero: la actitud de la ley estricta. Origina rebelión entre nuestros niños, entre los trabajadores o en la sociedad. La gente cree que nunca puede ser lo suficientemente buena, entonces ni siquiera vale la pena intentarlo.
La ley origina ira. Y cuando enseñamos a los niños todo el tiempo bajo leyes muy estrictas, el resultado se puede describir: “Si todo es solamente trabajo y no hay juego, Jack será un niño soso”.
El otro extremo es el relajamiento. Deja a la gente sin metas o parámetros por los cuales regirse para vivir y esto origina actitudes irresponsables entre nuestros niños, trabajadores o en nuestra sociedad. Así pues, algunas personas consideran que pueden hacer lo que les venga en gana.
Se trata de establecer un balance entre los dos extremos. No podemos ser demasiado estrictos, pero tampoco demasiado laxos. Durante un tiempo, muchas de las costumbres se mantuvieron demasiado laxas. Y ahora estamos tratando de enderezar el rumbo porque la gente se aprovecha de la situación. Es un sistema de limpieza que se autoconstruye.
Dios estableció las reglas. Él no puede cambiar la ley de la justicia porque su rectitud siempre es correcta. Sin embargo, dejó otra ley que aporta alivio al dolor y a la agonía de la vida. Si recibimos el perdón, recibiremos expiación o pago. De modo que siempre hay algo que se debe pagar y el perdón es la moneda. Expiar significa restauración, recuperación. Otra oportunidad para empezar de nuevo. Así podemos prosperar y alegrarnos, a medida que caminamos, como hijos de luz.
El principio del perdón, proverbios 16, versículo 6: “Se expía la iniquidad por medio de la piedad y la verdad. El mal se evita reverenciando a Dios”. Es probablemente el más importante principio en la vida: entender la acción de perdonar. Recibir perdón de Dios y poder perdonarnos a nosotros mismos. Si aprendemos a perdonarnos, nos quitamos la presión de la vida. También encontrar la forma de perdonar a otros. Si no podemos perdonar, llevamos a cuestas rencores y resentimientos. Son fuerzas destructoras. Estar dispuestos a recibir el perdón de Dios que es Su sistema de justicia. Ninguna religión tiene un sistema como el de la cristiandad; pero sí creo que el sistema es malentendido por parte de los cristianos y que debería ser descubierto. El sistema realmente nos hace responsables, pero a la vez nos ofrece perdón para que podamos proseguir el camino y tener otra oportunidad. Sin la experiencia del perdón, realmente queremos cobrarselas a otros. La gente que solamente abriga sentimientos de venganza no sabe lo que es el perdón, aunque esta virtud está dentro de nosotros mismos. El perdón es un espíritu por el que caminamos.