COMENTARIO
La siembra se basa en los Proverbios 11:24-25: “Es posible dar y hacerse más rico, y es igualmente posible sujetar demasiado fuerte y perderlo todo”. El hombre liberado será rico. Regando a otros el hombre se riega a sí mismo.
En cualquier sociedad hay ganadores y perdedores
La diferencia radica en los valores o principios que se elija seguir. El proverbio reza que es posible dar y volverse más rico, lo cual significa que está en nosotros convertirnos en ricos o pobres. El punto de equilibrio está entre aferrarnos fuertemente a nuestro dinero, a nuestras ideas, a nuestros sueños, o en utilizar lo que Dios nos ha dado para irrigar y bendecir a otros. Estamos hablando de flujo.
Si no nos comemos todo el trigo y separamos unas semillas y las sembramos, cosecharemos diez o cien veces más de lo sembrado, encontramos punto de equilibrio entre las dos acciones.
Primero tenemos que sembrar para cosechar. Queremos ser receptores de bienes antes que constituirnos en bendiciones para otros. El principio de la siembra es común en el Reino de Dios y a todos nosotros, constituye la diferencia entre ganar y perder. Los métodos de Dios son efectivos, no producirán recompensa inmediata pero a la larga siempre generan ganancias.
Algunas personas se preocupan mucho por sus derechos y esa actitud es contraria a la siembra; si siempre cosechamos porque siempre sembramos, no es necesario reclamar derechos. Es la fe que ponemos en lo que damos, creyendo que todo volverá. Cuando caminamos por las calles y sonreímos, tenemos un 90% de probabilidades de que recibiremos una sonrisa como respuesta. Si decimos buenos días regresará un deseo igual y si nadie nos sonríe es porque nosotros no sonreímos. Es cuestión de dar para tener una respuesta.
El principio de la siembra hace parte de la absoluta Ley de Dios, diseñada al momento de la creación y no puede ser quebrantada sin sufrir pérdidas. Si sembramos frugalmente, de la misma forma cosecharemos. Nuestro Señor dijo que como midamos o sembremos, seremos igualmente medidos. Hay, dos cosas que Dios realmente no puede bendecir: la pereza y la mezquindad.
La Biblia dice que si no trabajamos no debemos comer. El propósito de no alimentar a quien no trabaje es que el hambre conduce a este individuo a aprender la lección de que hay que ganarse el pan. Si no sembramos ideas en otros no tenemos derecho a esperar nada. La vida no es un regalo. Lo que nos pase es el resultado de lo ganado. Dios nos dio el don de la vida. No pagamos para tener la mente que tenemos, pero la desarrollamos y lo que hacemos con ella es lo que ganamos. La vida hay que ganarla y esa ganancia está en lo que llegamos a ser.
La pereza nos impide plantar, sembrar y regar. La mezquindad hace que nos aferremos al dinero y a las ideas, elementos que se supone debemos invertir en otros para el futuro.
Queremos atesorar y sentimos temor de entrenar a otros porque creemos que serán competencia. Sentimos que todo trata de halar hacia nosotros. Sembrar significa que salimos y nos damos cuenta de que podemos darle a una persona una idea que la puede convertir en millonaria, incluso, nuestro competidor. Ahora, si esto sucede, las posibilidades de que ella encuentre la manera de bendecirnos son muchas y así recibiremos una porción de la acción en algún momento. Lo que entregamos es lo que construye.
El hombre generoso se volverá rico porque es generoso con su sustancia, tiempo y talento.
Tenemos que darnos, sembrar y darle seguimiento a lo sembrado, si no lo hacemos entonces no sacaremos nada de esa idea o del esfuerzo dedicado o del dinero invertido. Se torna en un sistema de la administración que nos invita a preguntarnos: “¿Cómo va?” Plantamos algo, lo miramos y lo regamos, y a medida que estas acciones siguen su curso, seguimos una especie de monólogo: “¡Vaya!, hay que cuidar de esto, hay que podar aquello”. El monto de la cosecha recogida está estrictamente calculado sobre la cantidad sembrada, pero no es tanto cuánto se siembra, como sí lo es el hecho de que la abundancia se debe a los cuidados posteriores, a la dedicación en el proceso de la siembra.
Hay un viejo adagio que es un principio de vida: El trabajo nos enseña a crecer, y es así porque nos hace creativos para mejorar cada día haciendo nuevas cosas.
Si no bebemos el agua recibida, la camarera no nos ofrecerá más, es por esto que el proverbio reza que dando nos volvemos más ricos. Aprender a dar o aprender a sembrar, desarrolla una actitud de generosidad para que nos llegue más y más. Así funciona el sistema.
Si uno sonríe, la gente cree que uno va tras algo, En realidad sonreímos porque entendemos la vida y entendemos sus principios. Sonreímos porque nos decimos que sabemos algo. Este es un gran ejemplo de la manera de sembrar porque recibiremos lo mismo en retorno.
Sembrar es realmente asegurar el futuro, porque si dejamos de sembrar, no podemos volver a recolectar. La idea total de la siembra es preguntarnos cuáles son las semillas. Pueden ser el dinero, valores o ideas. Hay muchísimas cosas que podemos sembrar y lo debemos hacer constantemente porque todo vuelve. Sembrar en vida es un asunto crucial porque cosechamos lo que sembramos. Las posibilidades de recuperar en abundancia cualquier cosa que regalemos, son inmensas.