FUNDAMENTOS PARA DOMINIO PROPIO 8. MODERACIÓN

18
Ago

COMENTARIO

 

La restricción es algo común, algo así como disciplina, pero difiere de ésta en que al practicar restricciones, lo hacemos para restringir los miembros de nuestro cuerpo humano. No es disciplina en sí. Es  más control de nuestros miembros.

 

Es importante entender que lo que comuniquemos, volverá a nosotros. Da un giro y regresa. Las palabras pueden arruinar o aportar soluciones. Volvemos a la mente. La mente sugiere, pero la lengua es miembro activo de nuestro cuerpo y con ella actuamos. Los miembros es lo que tenemos que controlar. La lengua es difícil de controlar porque es el primero de nuestros miembros que quiere responder, es el medio de mayor impulso que tenemos. Pensaremos dos veces  antes de golpear a alguien, o de darle un puntapié,  pero, ¡vaya, con qué facilidad que  podemos ladrarle a alguien!

 

La lengua, más  que ningún otro miembro de nuestro cuerpo tiene que ver con la ley de la siembra y de la siega.

 

Empezamos a hablar de la gente y a decir cosas indebidas. Debemos estar en condiciones de controlar lo que sale de nuestros labios. Toma  años entender  que es más costoso apagar que cerrar la boca. Cuando hablamos demasiado, nos sentimos avergonzados y la gente nos juzgará como chismosos o habladores. Y luego trataremos de justificar o negar lo dicho, acción con la que solamente aumentamos el  problema. Una vez mentimos, tratando de protegernos, iniciamos un  círculo vicioso de argumentos que no tiene fin.

 

No todo lo que llega a nuestra mente ha de ser comunicado. Esto deberíamos escribirlo y fijarlo donde lo leamos continuamente. Hay quienes  dicen. “Si llega hasta la mente, es tan malo como si se pusiera en práctica”. No es verdad,  porque lo que llega a nuestras mentes, si lo controlamos por medio de la disciplina, no afectará a otros. Una vez abrimos la boca y hacemos que  el pensamiento obre, sí puede afectar a otros. De modo que podemos vivir privadamente dentro de nosotros mismos, sin afectar a otros.

 

Hay tres clases de personas cuidadosas con su lengua.

 

La primera es el hombre sabio: éste entiende que es esencial guardar un secreto. Hay un principio en la Biblia que reza así: “Dios prodiga discernimiento a quienes pueden guardar un secreto”. Es realmente cierto porque si no podemos guardar un secreto, si no podemos tener algo en nuestra mente,  y si no podemos cerrar la boca, no somos dignos de conocer el secreto. Significa que quienes guardan un secreto se tornan sabios porque entienden la esencia de mantener un secreto.

 

La segunda clase se refiere a las personas de integridad. Personas que nunca comprometen sus estándares, sus principios, con sus palabras. Integridad significa practicar ciertas cosas. Hay quienes quieren ser rectos, pero no cierran la boca y van demasiado lejos divulgando algo que causa la pérdida de su integridad. No porque quieran hacer esto, simplemente porque hablan mucho y pierden el control.

 

La tercera clase de personas son los humildes. Saben qué saben, qué no saben y no se exponen abriendo la boca. Ejemplifican el proverbio que reza que es mejor no decir nada y ser considerado tonto, que abrir la boca y eliminar todas las dudas. El hombre sabio dice “No sé”. Hay personas que  nunca quieren admitir que no saben. Siempre quieren dar una respuesta. ¿Qué hay de malo en decir “No sé”? Es mejor ser honesto al respecto y no permitirse decir ciertas cosas. No es que la lengua sea mala en sí. Se trata de saber  manejarla, controlar lo que decimos y cómo lo decimos.

 

Dios creó el mundo con la palabra y nos ha dado la habilidad para hacer el bien o el mal a través del poder de la palabra. Nuestro futuro depende de ella. Elogiar a las personas, alentarlas y hablar bien de ellas contribuye a construir. Cuando edificamos recibimos algo en respuesta. Entender  que se trata de una ley crucial: sembrar y segar.

 

Proverbios 13, versículo 3: “Autocontrol significa controlar la lengua”. “Una réplica rápida puede arruinar todo”. Pensamientos para el cierre. Hablamos de restricciones, principalmente de restringir  la lengua. Es importante porque por medio de este órgano emitimos  sonidos, fonemas, bits. La lengua oral se compone de fonemas, de unidades de bits, y estos se muestran como cosas concretas y permanentes en las mentes de las personas. Cuando decimos algo, lo dicho se torna ‘visible’ y es personal. Cuando escribimos son sólo signos: palabras representadas por gráficos. Si las mismas palabras se emiten oralmente, éstas van amarradas a toda clase de emociones. Así que si estamos enojados sobre alguna cosa con alguien y queremos decirlo es diez veces mejor hacerlo por escrito, por medio de una carta. De esta manera  decimos únicamente lo que queremos decir. Podemos retractarnos y escribir  la carta cinco veces antes de enviarla. Cuando comunicamos de manera oral, cuando nuestras palabras salen al aire, quedan adheridas. Pueden ser mal interpretadas, dada la carga emocional que pueden transmitir. Asegurémonos de saber lo que decimos porque las palabras quedan por siempre en el aire.

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