La segunda parte de autogobierno trata de cinco principios que son imperativos para un líder.
El primero es sobre la fijación de parámetros. La gente se crea a sí misma muchos problemas al no fijar parámetros, puede transgredir a sus congéneres, puede violar las normas y no saber que las ha violado. Es crucial que tengamos algo establecido de suerte que cuando alguien nos mire, pueda estar en condiciones de juzgarnos y decir: “Sé que defiende esta persona; sé qué la hace feliz y que la hace infeliz”. Tenemos que establecer ello o la gente nos tratará de manera incorrecta y sin darse cuenta de que lo están haciendo.
El segundo principio es paciencia. La paciencia es una virtud. Es también un programa de salud que quita la presión de la vida. Tenemos que descubrirla y no es fácil porque somos hechos para permanecer a la defensiva. La paciencia sostiene un poquito nuestra paz. Dejamos que las cosas maduren para el momento adecuado, y podemos dar el paso apropiado y hacer lo correcto.
El tercero se refiere al área de la restricción en nuestra lengua, nuestras palabras. Cuando pronunciamos palabras, éstas son sonidos, y además van mezcladas de emociones que la gente transforma al oír, en sus mentes, en imágenes para luego juzgarnos basados en cómo dijimos las palabras y el grado de intervención de nuestras emociones. Las palabras se tornan en fuerzas poderosas que bien pueden destruirnos o derribarnos.
La restricción involucra el cuarto principio que es temperamento o genio. Estos dos principios van de la mano. El genio, comúnmente, _ entre creyentes _ se mira como algo que debe ser desechado. “Oiga, dejar ver el genio es incorrecto”. De manera contraria, el temperamento es un valor en una persona. Veamos cómo manejarlo y cómo obtener valor de él. Las personas que tienen temperamento tienen el mayor potencial.
El último principio es el perdón. El perdón es realmente el bálsamo de nuestras creencias. Sin perdón, la vida se torna demasiado dura. Perdonar a los demás, perdonarnos a nosotros mismos. Si no podemos perdonarnos a nosotros mismos aparecen problemas: perdemos el humor y las ganas, el respeto por sí mismas, las emociones nos preocupan porque pensamos que debimos haber hecho algo de manera diferente. Perdonarnos es tan importante como perdonar a los otros. Si no lo hacemos, hay destrucción. El sistema de perdonar es un designio de Dios. Recibir perdón de Dios es hermoso