FUNDAMENTOS PARA LIDERAZGO DE INFLUENCIA 6. CONFLICTO

19
Ago

COMENTARIO

 

El siguiente principio está basado en  los proverbios 21: Versículo 31: «Adelante, prepárate para el conflicto, pero la victoria viene de Dios». ¡Qué declaración tan poderosa!

 

Muchas personas no entienden la importancia de los conflictos, los cuales son las batallas de las ideas que se libran en nuestra mente. Creen que la victoria viene de Dios y que El es, solamente,  quien se presenta a la batalla. Pero no es así, él proporciona las ideas y luego nosotros combatimos. Nos corresponde prepararnos, generar las condiciones y allanar el camino para encontrar el progreso que él nos dará.

 

…Es indispensable ponernos en acción, como si todo dependiera de nosotros, y creer que se hará como si todo dependiera exclusivamente de Dios

 

Dios nos hizo a su imagen y semejanza con el poder de crear, inicialmente, a través de las ideas que llegan a nuestra mente una tras otra llevándonos a formar  opiniones que en algunos casos, pueden ser contrarias a las de quienes nos rodean, generando tal vez rechazo y discusiones. La mayor parte de nuestra vida la invertimos en aprender a actuar y reaccionar ante estas situaciones de confrontación.

 

Los conflictos y las dificultades nos hacen mejores personas, permiten que descubramos fortalezas y debilidades, pero sobre todo nos dan la posibilidad de reconocer que la victoria proviene de Dios, a través del don creativo del razonamiento y la escogencia. Él es nuestra inspiración para resolver estas situaciones que siempre estarán presentes en nuestra vida.

 

Para hacer un mejor manejo de los conflictos es importante propiciar la buena comunicación, por lo tanto debemos dar cabida a la libertad de expresión, permitiendo que cada persona manifieste sus puntos de vista y se escuchen respetuosamente todas las ideas, dando manejo a la situación y evitando que se salga de control, así podremos madurar las ideas y evitar confrontaciones que nos separen de nuestros colaboradores y socios.

 

Las preguntas que debemos hacernos son:

 

Número uno, ¿Nos ha hecho mejores personas la victoria sobre el conflicto? Cualquier resultado se puede ver como un progreso cuando el conflicto se maneja correctamente.

 

Número dos: ¿Nos ha mantenido  humildes y agradecidos con Dios? En muchas ocasiones, quienes no obtienen los resultados esperados pueden reaccionar haciendo críticas destructivas y con acciones violentas, lo cual no es correcto porque después de una situación de confrontación, las partes deben ser capaces de mirarse sin rencores. Y en el evento de obtener la victoria, tras haber invocado a Dios, la actitud debe ser de agradecimiento sin vanagloria.

 

Y número tres: ¿Ha mejorado nuestro carácter y nos ha enseñado una lección, o nos ha vuelto violentos y arrogantes? Ganar puede tornarnos apasionados y predispuestos a la  violencia. Si obtenemos la victoria de Dios, y ganamos el argumento pero perdemos un amigo, entonces hemos perdido la batalla.

 

No está mal tener conflictos, de hecho siempre estarán presentes porque muchas de nuestras ideas serán rechazadas cuando las presentamos por primera vez, sobre todo cuando se salgan del común, por eso debemos estar dispuestos a la negociación, evitando que las diferencias se conviertan en peleas y le demos cabida a los insultos, permitiéndole al orgullo que tome posesión de nosotros.

 

Ahora, es válido prepararnos para ganar porque aunque la victoria viene de Dios, él también exige que pongamos la acción para que las cosas sucedan, para que las ideas sean aceptadas. Tenemos la inspiración divina para desarrollar ese propósito que está en nuestro corazón, pero nada se hará realidad a menos que nuestro cuerpo trabaje para que así sea.

 

Algunos cristianos piensan que como Dios puede hacerlo todo debemos esperar a que él lo haga. Es un error pensar que todo se dará por fé. Oramos para recibir la victoria y trabajamos para obtenerla.

 

Cuando ganamos, porque Dios nos bendijo con la victoria, debemos cuidar de no caer en el orgullo y mostrarnos jactanciosos, pero si por el contrario, las cosas no resultaron como esperábamos también debemos entender que Dios nos hace humildes para aprender de ese resultado.

 

El sentimiento de éxito es tan bueno que cuando perdemos  nos sentimos muy mal y afirmamos que no estamos acostumbrados a perder, nos cuestionamos y acudimos a Dios preguntándole por qué perdimos. Cuando esto sucede, debemos pensar que esta batalla que no hemos ganado es la preparación para dar un paso posterior hacia un nivel más elevado. No temamos a los conflictos porque en cada uno hay una lección por aprender, la cual nos ayudará en la vida y nos hará confiar en Dios. Esta actitud constituye un verdadero carácter piadoso.

 

Cuando estamos en dificultades y queremos salir victoriosos en una situación difícil suplicamos a Dios: “Señor, si me sacas de este apuro, haré esto o aquello, ayudaré a los pobres y pagaré mis obligaciones” hacemos toda clase de promesa y no está mal, pero puede suceder que una vez que ganamos sea muy fácil racionalizar lo prometido y decir “Ah!,  fue en un momento de debilidad“ y no cumplimos con lo prometido.

 

Dios dice que es mejor no hacer votos, que hacerlos y no cumplirlos  porque se está quebrantando la propia palabra. Cuando hacemos tratos y no los cumplimos, nos herimos a sí mismos y a nuestro futuro.

 

Algunas claves que debemos entender de los conflictos es que si oramos y creemos que Dios nos hará victoriosos, así será, pero es indispensable ponernos en acción, cómo si todo dependiera de nosotros, y creer que se hará como si todo dependiera exclusivamente de Dios. Así nos preparamos para asumir todas las situaciones que la vida nos ponga y estaremos siempre listos para la batalla, sin temores y con la plena confianza puesta en él.

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