FUNDAMENTOS PARA LIDERAZGO DE INFLUENCIA 1. PRESIÓN

05
Mar

COMENTARIO

 

Este principio está relacionado con la presión y se fundamenta en el siguiente proverbio: “Es usted  un pobre espécimen, si no soporta la presión de la adversidad”. Proverbios 24:10.

 

Todos deberíamos vivir bajo presión pero no es conveniente vivir bajo estrés

 

La primera es una escogencia, es autoinfligida, como dirigir un revolver a nuestra cabeza, por ejemplo, esforzarnos al máximo en los deportes; o en los negocios, concertar demasiados compromisos y tratar de cristalizar muchas cosas a la vez. La segunda proviene de llevar una sobrecarga, sentirse atrapado y acorralado en una esquina, no poder ver el final del túnel y tampoco regresarse.

 

Debemos vivir bajo presión para ser lo que moralmente es correcto, exigirnos más y disciplinarnos. La persona que no se inflige presión alguna, generalmente,  no cristaliza nada. Cualquier persona que siga una visión debe poner presión sobre sí para hacerla realidad.  El deseo por lograr el objetivo hace que fluya nuestra energía interior y nos ponga en acción.

 

Cualquier persona de éxito que viva bajo presión corre el riesgo de sentir estrés en algún momento, lo cual es muy peligroso, y para evitarlo, en muchas ocasiones será necesario ajustar las metas, utilizar una puerta de emergencia y salir de la situación. Es decir, volvernos proactivos.

 

Una persona proactiva planifica con antelación, diseña una estrategia, se mueve hacia adelante con la mirada puesta en la visión, tiene un deseo que hace que su energía interior fluya, mantiene la marcha y le encantan los retos. Fijan una meta y se dirigen hacia allá y deciden situarse bajo la presión. Dentro de todos nosotros está la necesidad de los logros cumplidos, pero no todos pagamos el precio para lograrlo.

 

Para ser buenos líderes debemos aprender a vivir con presión. El líder proactivo mira hacia delante, se presiona a sí mismo y a su equipo para lograr las metas y así evitar el desastre. En el lado contrario está el líder reactivo, quien reacciona al desastre y vive bajo el estrés. Se ven así  los dos estilos. Es cuestión de escoger.

 

Algunas personas dejan de ser reactivas y se convierten en proactivas, pero normalmente esto tiene mucho que ver con el temperamento. Los proactivos no se sienten satisfechos  con ser del promedio, desean sobresalir. En este margen están los verdaderos líderes, los que marcan la diferencia en el mundo y hacen que las cosas ocurran.

 

Para los líderes proactivos, hacerlo es más importante que el costo o la presión que requieran para lograr las metas. Ven las cosas como deben ser, o podrían ser y les fascina verlas realizadas. Escogen vivir bajo presión constante. Podrían reducir la marcha, reprogramar, reducir las metas, pero su deseo es tener éxito.

 

Se disfruta vivir bajo presión cuando aprendemos a tener éxito y se tiene el sentimiento del éxito, cuando se siente fluir la adrenalina. “Yo puedo, yo puedo”, “Lo haré, lo haré”.  La motivación nos impulsa a ser cada vez mejores. En los negocios,  o en la vida, se logran esos sentimientos y son tan buenos que llegan a ser indispensables. No se puede vivir al borde todo el tiempo, pero la necesidad de experimentar algo nuevo se convierte en una constante.

 

Nadie es un verdadero líder. La mayoría de nosotros tiene el potencial, pero unos pocos pagarán el precio de vivir bajo presión. Los buenos líderes asumen riesgos que causan presión. Saben que sin un reto no hay éxito y sin presión no hay progreso. La presión se acepta como parte de las ganancias. Se mira a la vida  como un juego en el que todos participamos.

Dios nos ha dado la vida. ¿Qué vamos hacer con ella? ¿A dónde nos vamos a dirigir? Si no se tiene un sueño, una visión y el deseo de dirigirse a alguna parte, nos paralizamos y se vuelve sosa, pero una vez se tiene esta sensación de éxito y se comprende que es un juego, nos abrimos paso.

 

Es el entusiasmo de la vida el que nos lleva a levantarnos con energía y decir cada mañana “Hey, estoy listo y déjenme ver lo que puedo hacer”. La mente está a la ofensiva pensando en las posibilidades. No nos detenemos diciendo que no hay nada qué hacer o que no hay un lugar a donde ir. Se trata de un avance proactivo en el espíritu porque hemos sido diseñados para vivir de esa manera. No podemos ser pasivos, la vida es un juego en el cual escogemos como jugar.

 

Muchas personas evitan la presión porque creen que es igual que el estrés. Hay una diferencia entre presión y estrés. Cualquiera que no viva bajo algún grado de presión, en realidad es como un soplo en la vida. Es como si no participara de la vida. Y se siente aburrido. Esta clase de personas cree que todo en la vida está mal;  que todo el mundo está contra ellos. Dios nos hizo con una mente dispuesta para explorar.

 

La mente está hecha para obtener logros, para soñar, para pensar en el futuro. Cuando la cerramos por completo quedamos como muertos. Sin  sueños, sin motivaciones no se tiene energía. La energía proviene de tener sueños. El cuerpo responde a la mente, es su esclavo. La mente sueña y luego el cuerpo tiene que materializar los logros.  Es un  juego. Nadie nace líder ni proactivo, es una decisión serlo. En otras palabras: ¿Queremos entrar en el juego?

 

Algunas herramientas para vivir dinámicamente, según todo lo dicho anteriormente, son: El líder vive bajo presión, tiene visión y se exige cada día más para liderar a su equipo, se sitúa delante de él para marcar el camino a seguir. Es así como hemos sido diseñados. Así es como Dios nos creó. La mente tiene un sueño y la mente pone presión en el cuerpo para lograr el sueño. De esto es lo que trata la presión.

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